Cuando tienen una opinión, generalmente la expresan de manera directa, “sin darle muchas vueltas al asunto”. Su aparente y, a veces, muy real crudeza “formal” en la manera de decir las cosas, en ocasiones resulta ofensiva para latinos y provenientes de otras culturas.
Les gusta ir “directo y al punto“, pues esto también tiene mucho que ver con lo que ya vimos en un acápite anterior respecto al valor que le conceden al tiempo, mismo que no se puede perder en “darle vueltas al asunto“.
Su manera de discrepar es igualmente más directa y, para decir que “creen que el trabajo que vienes haciendo durante dos semanas no sirve”, no hacen primero una alabanza de tu persona, luego un recuento de todo lo que has aportado a la compañía y, por último, una breve referencia a que la calidad del trabajo es buena, pero pudo haber sido mejor… “do, re, mi, fa, sol, la, si”… Eso para ellos es perder el tiempo y ya vimos arriba la importancia que conceden al mismo.
Por otra parte, si en Estados Unidos te invitan a algún lugar y simplemente no quieres ir, no tienes que inventar “pretextos que nadie cree” o “excusas ridículas”. Es suficiente con agradecer la invitación y decir claramente que tienes otros planes…
Y no te preocupes, que no te van a molestar durante 20 minutos indagando cuáles son esos planes, por qué no los puedes cambiar y creándote una conciencia de que no asistir es casi una traición a “la amistad que nos une” (como sucede en países que bien conocemos). Si alguien hace eso, allí se considera una falta de respeto. |
También desarrollan un rechazo muy peculiar hacia la mentira y el engaño (lo cual sin duda a veces deviene en total hipocresía). Recordemos que, en el caso de la relación con Mónica Lewinsky, lo que casi le hizo perder la presidencia a Bill Clinton no fue la infidelidad como tal, sino el haber mentido acerca de la misma.
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