Desde muy chicos, aún adolescentes, se les motiva a trabajar duro y a esforzarse al máximo (muchos de los que ves trabajando en supermercados, McDonald’s, etc. tienen padres con muchísimo dinero), compitiendo por aventajar a quienes los rodean o a sí mismos. Tratan constantemente de romper el récord que alguien estableció o el impuesto incluso por ellos mismos.
Tenemos un amigo que dice que “los americanos trabajan, trabajan y a veces… también trabajan”. Creemos que exagera un poco, pues también salen a divertirse, pero no hay dudas de que su forma de encarar la relación hacia el trabajo es en ocasiones “extremosa”… O al menos así se percibe desde nuestros marcos de referencia, mucho más “relajados”.
Esa “enfermedad uerkajólica” suele contagiar también a muchos hispanos, que olvidan a veces la “calidad de vida”, emprenden una frenética carrera consumista y viven solo para pagar los incontables “bíles” (cuentas).
Por otra parte, no se trata de que “el fin justifique los medios”, pero sí le conceden extrema importancia al “resultado” como tal, independientemente del esfuerzo que se dedique a lograrlo. Puedes haberte esforzado mucho, haber trabajado largas horas en un proyecto, que si este no satisfizo los requerimientos del cliente o no elevó las ventas como se esperaba, de poco le habrá valido tu desvelo. |
A los latinos a veces nos molesta la crudeza con la que se expresan en esos casos, pero hay que entender que en su sicología e idiosincrasia cuenta el “adónde llegaste” mucho más que el “cómo llegaste”.
De la misma manera, no se entretienen tanto a celebrar las victorias conseguidas. Una vez que se llega a la meta, está permitido lanzar un fuerte grito de alegría, quizás hasta echar unas copas…, pero al siguiente instante o día, ya se está hablando de las nuevas metas que hay por delante.
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